El soneto del miércoles

29.4.09

Diamante que anocheces en la luna

huyendo frágil de aquel dios amargo,

resurge donde habite mi letargo

y exíliame en tus pechos de aceituna.


Candente colombina que me acuna

y que encierra reproches sin embargo,

desvélame de este sentir tan largo

sin rastro de dolor, sin carne alguna.


¿De quién serás mañana, ardiente diosa?

¿De quién serás? Te espero victoriosa

en las perpetuas cimas del ocaso.


Después de ti sólo obtendré el fracaso.

La odiada noche que te trajo ansiosa

se perderá en los sueños que acompaso.

Dos sonetos

28.4.09

He publicado en Meφisto la mayoría de los sonetos que tengo escritos (unos doce), pero no estos dos. No creo que sean para echar cohetes, pero seguro que le gustarán a algún enamorado de capa y espada: por alguna razón me salieron realmente románticos, casi parecen caballerescos. Tienen ya algunos años.



Microrrelato escalérico

Esa
Esa peluca
Esa peluca que
Esa peluca que llevas
Esa peluca que llevas colgada
Esa peluca que llevas colgada no
Esa peluca que llevas colgada no te
Esa peluca que llevas colgada no te queda
Esa peluca que llevas colgada no te queda nada
Esa peluca que llevas colgada no te queda nada para
Esa peluca que llevas colgada no te queda nada para septiembre
Esa peluca que llevas colgada no te queda nada para septiembre, Harpo.

Muchas gracias. Buen viaje.

P.D.: Escrito desde un ordenador windowsequispeado de la facultad de Geografía e Historia, alias Filología B. (como el ruido de las ovejas eléctricas que aparecen en los sueños de los androides)

Herido

26.4.09

Eternamente te deseo, herida.

Eternamente.


Eternamente lejos los arroyos,

Eternamente tristes barricadas,

Eternamente suaves cocodrilos,

Eternamente eternas las mordazas.


Eternamente sucios los contornos,

Eternamente limpias las entrañas,

Eternamente viejo mi camino,

Eternamente joven tu esperanza.


Eternamente te deseo, herida

Eternamente.


Eternamente fieles lunas rojas,

Eternamente pródigo mi olvido,

Eternamente tus labios de hiedra,

Eternamente falsos mis amigos.


Eternamente muerte y caracolas,

Eternamente el sol y el fugitivo,

Eternamente dátil y palmera,

Eternamente horrible mi destino.


Eternamente te deseo, herida

Eternamente.


Eternamente rotos los sombreros,

Eternamente cucharadas muertas,

Eternamente tálamo y cenizas

Eternamente yo, pocilga y mierda.


Eternamente cardos y cimientos,

Eternamente inacabadas guerras,

Eternamente bálsamos y esquinas

Eternamente tú, mi herida eterna.


Eternamente te deseo, herida.

Eternamente eterna.

Meφistofélicamente hablando

Homenaje a un siglo de vanguardias


Marinetti se había levantado tarde de la siesta. No solía salir de casa antes de que los almendros tuvieran legañas, pero su cisne de pulsera estaba agonizando, así que decidió calzarse unos cuantos búfalos irisados y ponerse a la cola.

Marinetti no reía nunca. Sólo abría las puertas de sus manzanos ante los cocodrilos enfurecidos. Entonces se daba cuenta de que las hormigas le poblaban los huesos y hacían suya la médula espinal. Esa tarde había quedado con Cintia, y por eso se esforzaba en parecer feliz.

Marinetti solía decir: “El Tiempo y el Espacio murieron ayer”. De ahí que al salir a la calle sintiera frío. Las preposiciones y los oráculos drenaron sus mejillas antes de la primavera de Praga. Si crees que te encuentras en el Bronx, estás muy equivocado, amigo.

La madre de Marinetti era azul y blanca. Nunca supo por qué su hijo era tan insolente, pero lo sabía. Detrás de este verbo debería haber un argumento, sin embargo no lo hay: hallo.

A pesar de que él creía que iba a ver a Cintia, a donde realmente se dirigía Marinetti era al otro lado de las líneas enemigas. Nunca habría imaginado que el sabor de las aceitunas pudiera ser tan amarillento.

En el banco de la esquina Marinetti encontró a un salzburgués con peluca. Tocaba el piano con acento español. Se puso a hablar con él en turco, pero no se entendieron, porque ninguno de los dos sabía POLACO. No tuvo más remedio que marcharse de casa.


Cuando miró para abajo, descubrió que no llevaba calcetines. Nunca antes se había sentido tan indefenso. ¿Qué demonios has hecho Marinetti? Ahora tendremos que empezarlo todo otra vez.

Marinetti se había levantado tarde de la siesta. No solía salir de casa antes de que los almendros cruzaran los charcos, pero su alondra de sobremesa estaba saltando, así que decidió vestirse unos cuantos teclados púrpuras y ponerse a la cola.

Saltaremos partes sustanciosas de esta historia para no aburrir al lector. Simplemente diremos que Marinetti besaba a Cintia sin ternura, como un oso hormiguero furioso hormiguero.

Veintitrés. Un dos y un tres. Michael Jordan ya no sueña con los peces.

Marinetti siempre decía por teléfono: “¡Nos encontramos sobre el promontorio más elevado de los siglos!”. No, gracias, no me gusta el café con leche. Sin embargo, los que me conocen saben que esta frase no es ni siquiera mentira.

Tras tomar el té en un bar con legañas, Cintia se marchó hacia ese suroeste de antifaces que habitaba en las pupilas de los guepardos, dejando a Marinetti solo ante la bañera. Las trincheras estaban llenas de cadáveres, porque él realmente estaba en la guerra y no follando con Cintia, como pensaba. Habían matado a todo un pelotón los muy cabrones, a pesar de que disparaban con tizas de espagueti.

El portero siempre lleva el número 1 y viste de amarillo.

Incendiado por violentas lunas eléctricas, Marinetti murió, desolado en el foso mientras eyaculaba patos por sus axilas remasterizadas, como enormes caballos de aceros embridados por tubos.

Pero tengo sueño. Me duelen los dedos de escribir tantas montañas en Melancólicas Madrugadas Madrileñas. Ya ni siquiera sé en que idioma leo los extraños textos de la alma máter. De modo que me marcho. No vendré a cenar, así que no me esperéis despierto.

NIF

Móviles inmovilistas

Si comparamos una lista de las empresas más poderosas de Estados Unidos hace 20 años con una actual, comprobamos que muchos negocios, considerados intocables, han tenido que dejar paso a nuevas iniciativas empresariales. Rentables proyectos que se gestaron en la penumbra de un garaje o ante los flexos de habitaciones juveniles de recién licenciados. Google, ideado en 1995 por Larry Page y Sergey Brin, cuando tenían 24 y 23 años, ocupa hoy el primer puesto en el ranking del poder empresarial.


En España, sin embargo, los que estaban siguen siendo, pero no están todos los que podrían ser. Apenas han cambiado las siglas de los líderes económicos, salvo alguna incorporación, perfectamente integrada en el establishment, como la de Amancio Ortega con su emporio Inditex.

Estuve el pasado miércoles en una conferencia de Felipe González, en la que hizo alusión a este inmovilismo empresarial. Según el ex presidente del Gobierno, el 78 por ciento de los estudiantes de las escuelas de empresariales no quiere montar una empresa. ¿Falta iniciativa o algo/alguien están impidiendo que las nuevas generaciones encuentren un hueco en el sistema, tanto productivo como social?

González atribuye el inmovilismo a un trasfondo cultural. Los padres españoles no titubean si sus hijos les piden dinero para pagar la hipoteca del piso, pero tendrían una reacción ojiplática si les pidieran unos euros para invertir en un negocio. No se concibe.

Habló también de las élites como cortapisas de la efervescencia juvenil ¿Qué responsabilidad tienen en el inmovilismo, no sólo empresarial, sino cultural y social?

Por ser un campo que conozco algo más, pienso en la lucha generacional que hay en el periodismo desde la inclusión de las TIC. Os vinculo un artículo que hace referencia a la supuesta decadencia, poco después de nacer, de la llamada generación 2.0 en periodismo. Podemos extrapolar este nuevo contexto al resto de estratos sociales.

Yo aporto mi visión. Es evidente que nos enfrentamos a un establishment que se muestra defensivo ante las nuevas aportaciones. Sólo cuando ellos la incluyen son aceptadas por el sistema que ellos mismo conforman. En el plano cultural, aconsejo aquí la entrevista a Eloy Fernández Porta, autor de “Afterpop” y “Homo Sampler” . Dos ensayos que repasan las corrientes culturales de los últimos años.

“(…)
el establishment cultural ha inventado criterios de jerarquía generacional y
cultural que legitiman cualquier producto que sea presentado por los escritores
de dicho establishment sea cual sea su estatus, aunque sea un producto de baja
cultura
(…)”.

Pero una de cal y una de arena. Porque los predecesores del establishment son también el referente y percibo falta de humildad entre jóvenes entes resabidos. Cuando voy a Malasaña o La Latina suelo – privilegiada yo – estar rodeada de pintores, escritores, diseñadores y destacados, en general. Son como una plaga y a mí, por probabilidad, no me salen las cuentas. Tener iniciativa no significa ser artista, sin perjuicio de que se sea algún día, pero eso le toca decidirlo a otros.

Dicen que estamos ante las generaciones mejores preparadas de la historia pero esto no da potestad para crear gurús de una nueva cultura que todavía estamos aprendiendo, ni desmerecer a los predecesores. Yo, por ejemplo, en periodismo, no puedo entender los nuevos soportes sin mantener las bases del oficio. Las generaciones nos necesitamos entre sí.

Además, se puede caer en el error de crear otro establishment, incluso peor, por estar falto de contenido. Que sea sólo una moda. Ya lo dije en un artículo de esta misma publicación, titulado “He dicho”: “Hoy día es suficiente predicar para ser aquello que se predica, aunque finalmente tan sólo se sea eso, un predicador. Ser artista es tan sencillo como creérselo y verbalizarlo. Para ser escritor, listo, cantante, sabio basta con ponerlo en el currículum”.

He aprovechado este soporte de iniciativa cultural juvenil porque creo que su esencia está precisamente en no subsumir de esas pretensiones. Claro que hay que soñar, pero también respetar lo que se sueña. Simplemente, que corra la palabra... O al menos, mi participación en este proyecto, es esa.

Espero vuestro opinión… Larga vida a Mephisto

Riesgo

25.4.09

.
Quizás
el ritmo, las tinieblas, quien navega, la lucha, los cantos.
Quizás
las sombras, los techos, mis huesos, quien ama, lo claro.
Quizás
quien parte, los vidrios, mis cielos, tus branquias, las manos.
Quizás
el ruido, las calles, un dios, tu vientre, cien prados.
Quizás
los humos, tus lagos, mis ecos, relojes, anclados.
Quizás
un parto, las huellas, tu estela, azules, llorando.

Quizás la vida por violar.
Quizás huertos que sembrar.
Quizás bocas por negar.
Quizás faltas por atar.
Quizás sepulcros que rezar.
Quizás mareas que acabar.
Quizás luces por lograr.
Quizás rutas por marcar.
Quizás líneas que turbar.
Quizás la íntima urgencia.

Quizás,
solo quizás entonces,
hayamos vivido.
.

Cualquier lugar, cualquier día

23.4.09

Este sábado, 25 de abril, será la última oportunidad por el momento para ver en Madrid la obra de nuestro compañero Ignacio Pajón Leyra.

La obra se podrá ver hoy, mañana y pasado, a las 20.30, en el teatro Espada de Madera, que está en la calle Calvario, 21. Los metros más cercanos son Lavapiés y Tirso de Molina. Será bueno que reservéis las entradas a través de la web del teatro. Hay precios reducidos para estudiantes menores de 26 años, pero el precio es muy barato aun sin el descuento.

Hace unos días escribí una crítica valorando su obra en mi blog. Creo que vale mucho la pena verla, la disfrutaréis y además estaréis apoyando la literatura joven, cosa muy necesaria. El teatro es además un lugar increíble, decorado como una especie de salón monacal renacentista.

Deseo

Deseo: animal marino que se escapa de la vista,

naufragio en alta mar, tempestad y viento, donde se pierde la última peca de esperanza,

el hijo más pequeño en el desierto, armado con napalm y vestido para una boda.

Resurrección resplandeciente

22.4.09

Salió a la calle como cada día, vestido con su sombrero y su traje verde, todo resplandeciente, y se puso a caminar. Anduvo durante un corto rato y luego desapareció, nadie sabe como. Al poco tiempo se le volvió a ver al sur de donde había estado antes, pero ahora iba vestido de rojo, y también resplandecía. Ya no caminaba. Tan solo observaba, observaba pasar a la gente por el paso de cebra, como todos los días, sin decir ni una sola palabra. A los dos minutos, falleció. Una vida de 120 segundos.

De nuevo lo pudieron ver al norte con su sombrero y su esmoquin. Andaba, incansable, y de nuevo brillaba como un sol de color verde. Muchos pasaron de él, ignorándolo por completo. Otros le siguieron, en su rutilante caminata luminosa, hasta que volvió a morir de nuevo. Durante esos dos minutos, no habló con ninguno.

Se hizo de noche. El vestido rojo le quedaba francamente bien, pero muchos ni se fijaron en él. No dijo nada. Esperaba, más luminoso que nunca, a que pasaran los 120 segundos para volver a morir. La verdad es que no le tenía miedo a la muerte, pues era su rutina de todos los días. Lo había hecho más de mil veces a lo largo de su existencia: morir y resucitar cada dos minutos.

Francamente, la vida del muñequito de semáforo no es nada divertida.

Presentación

Dicen que Jesús anduvo predicando tres años, que murió, resucitó, subió a los cielos, y desde entonces quedó el buen hombre convertido en pan y vino. Nosotros también hemos estado predicando tres años, solo que con otras ideas diferentes, claro. Tampoco hemos tenido sus narices para echar a los mercaderes de nuestro templo: la Universidad. Las cosas están difíciles a nuestro alrededor, casi podría pensarse que nuestra vida como publicación en papel peligra y, sin embargo, con cada número editado crecemos y superamos los nuevos retos.

No hará falta que resucitemos porque, por el momento, no tenemos planeado morir. En cualquier caso, como la idea de la transubstanciación tiene su encanto y sus posibilidades, hemos decidido hacer una especie de trampa y multiplicar nuestra presencia, siendo no sólo el Meφisto que se reparte cual maná por las facultades una vez cada seis meses, sino también este pan online, esta bitácora que no es ácima, sino todo lo contrario: andamos sobrados de levadura y vamos a dejar que esto crezca, y crezca, y crezca...

Por el ser humano y para el ser humano. ¡Salud!