Hacia dentro

10.6.09

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Cubierto el hogar que apuntala el desorden
basta al niño hacerle entender,
narrarle los óleos que engrasan sus días ,
unas ramas, su desierto, el porqué.

Son una estrella atravesada en el cristal
o unos labios silbando húmedos el odio.
Son árboles escondiendo padres
o una cuna -siempre la cuna sin ángulo-,
vistiendo sin tela el sueño mendigo.

Estos huesos de muerte clara.
Estos ojos infinitos que distancian.
Estos pulmones que guardan el viento.

Nada nos pertenece...
hasta que vence la noche
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3 comentarios:

FEDERICO OCAÑA dijo...

Impresionante; el poema va cogiendo fuerza, como un tornado que arrastra todo lo interior (hacia dentro), desde la segunda estrofa sobre todo, y llega al final, a la noche, donde el lector se ahoga en el poema, y el poeta puede liberarse definitivamente.

Manuel A. Cruz dijo...

Es precioso ^__^

Anónimo dijo...

El poema posee frases de una belleza sobrecogedora. El onirismo de sus imágenes conmueve hasta los tuétanos.

Mis felicitaciones.